En los veranos de 1966 y 1967 Mar del Plata recibió a la Fórmula 3 Internacional. Llegaban los mejores pilotos con chances de llegar a la Fórmula 1 para competir con los más destacados de Argentina. Un circuito callejero tan impactante en su belleza como vulnerable en su seguridad dejó abierta la puerta a la tragedia.
Por Fernando del Rio
La tragedia estaba a la vista y nadie la pudo ver. Debajo del gran cartel que anunciaba la meta del “Gran Premio YPF” y atravesaba la avenida Juan B. Justo, entre Martínez de Hoz y Alem, estaban todos los automóviles monoplazas de la Fórmula 3 Internacional a la espera de que dieran la señal de salida. Los motores encendidos, esos que habían bramado en las jornadas de entrenamiento, volvían a conmocionar a las miles y miles de personas apostadas en las veredas, en las columnas de luz y, del otro lado del circuito, en las barrancas del Golf.
Era el domingo 13 de febrero de 1966. Estaba todo listo para que Mar del Plata ratificara su condición de la “Montercarlo argentina” con pilotos llegados de todas partes del mundo, algunos de ellos de gran proyección internacional y con un futuro inmediato en la Fórmula 1. En la grilla de partida estaban Chris Irwin, Charles Stuart, Clay Regazzoni, Mauro Bianchi, Silvio Moser, Jochen Neerpasch, Eric Offenstadt, Wilson Fittipaldi, Herni Grandsire y un plantel de corredores argentinos históricos como Jorge Cupeiro, Carlos Pairetti, Andrea Vianini, Juan Manuel Bordeu o el mismo Oscar “Cacho” Fangio, con su padre en los boxes, el mítico Juan Manuel Fangio.
Se habían corrido tres etapas previas, una en Buenos Aires, otra en Mendoza y otra en Rosario, en un mini campeonato que formaba parte del calendario internacional. Y para los pilotos era una verdadera fiesta de cierre la fecha de Mar del Plata. Tan así que el sábado el gran volante Juan Manuel Bordeu, acompañado por su pareja Graciela Borges, había celebrado un asado a la criolla para 400 personas en su estancia La Peregrina. Entre los invitados también estaba Oscar “Ringo” Bonavena, quien el fin de semana se presentaba en el estadio Bristol ante el catamarqueño Bruno Segura.
Era todo una fiesta, completada por una afluencia masiva de espectadores, la mayoría marplatenses pero muchos turistas también. LA CAPITAL vio que la multitud podía ser un problema y lanzó una especie de alerta en su edición del mismo domingo: “demás está decir que, a pesar de todos los recaudos tomados en materia de seguridad, se exhorta al público a comportarse correctamente”.
Los motores de los Brabham, los Alpine, los Lotus, los Renault resonaban a pleno en la largada, encabezados por el suizo Moser, quien había hecho el mejor tiempo el día anterior sobre el circuito que recorría el perímetro del Mar del Plata Golf club de Playa Grande. El giro (3.240 kilómetros ó 2.014 millas) comenzaba en Juan B. Justo, subía hasta Alem; por esta, en una “terrorífica” recta, se iba hasta Almafuerte, donde se ingresaba en un zig zag hasta Aristóbulo del Valle, Formosa y la costa, para tomar entonces la bajada de la Base Naval hasta Juan B. Justo nuevamente y de allí hacia el punto de partida.
La primera de las series comenzó ante el entusiasmo de la gente pero en la vuelta 10 sobrevendría la tragedia, cuando el Alpine N°50 del francés Henri Grandsire se despistó en la subida de Juan B. Justo, frente a los boxes. La rotura de un brazo de la amortiguación trasera le hizo perder el control a Grandsire y su Alpine salió disparado hacia los fardos de pasto que rodeaban una columna de alumbrado, donde varios espectadores estaban apostados. Entre ellos un joven marplatense de 17 años llamado Luis Armando Guilhem, quien murió en el acto. Luis Rossi (41) y Ricardo Fedrebussi (15) sufrieron heridas de importancia.
El joven Luis Guilhem es trasladado tras el choque. Luego moriría.
Lo que en los tiempos actuales hubiera sido motivo inmediato de la suspensión de la carrera, aquella tarde de verano apenas fue una demora para despejar el circuito de la ambulancia y continuar con la segunda serie. Ya en la final, el francés Offenstad se impuso sobre Stuart y en tercer lugar, con sabor a consagración, llegó “Cacho” Fangio.
Algunos se sintieron complacidos del espectáculo, como el británico Piers Courage, el piloto de mayor proyección que estaba en boxes y que por unas quemaduras sufridas al colisionar el paredón del autódromo de Buenos Aires no había podido correr: “En esta temporada no vi nada igual a esta carrera. ¡Cuánto siento no haber podido participar!”.
Muchos pilotos dijeron que Mar del Plata, a pesar de la tragedia del joven muerto, debía ser incluida en los programas internacionales y aseguraron que al verano siguiente estarían dando su apoyo si se corría nuevamente.
El verano final
Al año siguiente, a la carrera se la llamó “Gran Premio Ciudad de Mar del Plata” y estuvieron presentes muchos de quienes habían competido en la edición de 1966. Esta vez se corría el 29 de enero y Offenstad debía defender su triunfo, pero no era una tarea sencilla. A los corredores del año anterior se le sumaban los franceses Jean Pierre Beltoise y Jean Pierre Jaussaud, con sus Matra, el aleman Manfred Mohr y la novedad de dos fuertes mujeres, la británica Natalie Goodwin y la italiana Rosadele Facetti.
Ya nadie recordaba demasiado que un 11 meses antes un automóvil había arrollado a un grupo de espectadores y había matado a un joven de 17 años. Y las barrancas del golf volvieron a poblarse, las veredas de Martínez de Hoz, Juan B. Justo y Alem parecían cubiertas por hormigas y la algarabía inundaba toda la costa.
El estándar de seguridad del circuito era el de aquellos tiempos: una locura. Las calles no se habían pavimentado porque eso le otorgaba una cualidad de auténtica competencia callejera.
La carrera había sido prevista en dos series de 25 vueltas cada una con todos los participantes y luego la final serían dos baterías en las que se sumaban los tiempos. La primera de las series la ganó Jean Servoz Gavin y la segunda Moser. Pero en la final, no hubo de pasar demasiado tiempo hasta que la tragedia desembarcara frente a la Base Naval. Apenas había transcurrido la primera vuelta y al encarar la curva de Juan B. Justo, la máquina N°8 del bahiense Carlos Martín se despistó. A gran velocidad se fue contra la gente que estaba sobre la vereda del golf, poco antes de la avenida y terminó dando tumbos. Producto de la colisión, Martín quedó atrapado dentro de su coche mientras que varios espectadores sufrieron gravísimas heridas. Uno de ellos, Carlos Glozik (48), falleció. Martín moriría horas después en el Hospital Regional.
Facetti, la piloto italiana.
Los banderilleros alertaban a los coches que bajaban desde Playa Grande de que había ocurrido un accidente, pero los pilotos solo aminoraban la marcha y luego volvían a acelerar en Juan B. Justo. En un par de vueltas más, la pista quedó despejada y la carrera prosiguió como si nada hubiera ocurrido.
Pero la fatalidad llegó en la vuelta 15. Jorge Kissling y Carlos Marincovich ya habían padecido la zona mixta, entre el final de la salida de Alem y el ingreso a la bajada de la Base Naval. Sin embargo lograron controlar sus vehículos. Quien no pudo hacerlo fue la italiana Facetti, hermana de Carlo que también estaba en la carrerra. En su Brabham BT15 N°26, la Facetti, que estaba haciendo una gran carrera, se desbalanceó y “siguió de largo” en la barranca repleta de curiosos espectadores. A muchos el coche los sorprendió por la espalda. Uno de ellos fue Edelmiro Palavecino, de 27 años.
“Tenía un muro humano frente a mí. En unos segundos pensé que si salía por ahí haría una masacre. A la derecha había un muro bajo – «Me romperé las piernas…» – pensé – «Paciencia…». Cuando corres, nunca piensas que podrías lastimarte gravemente o morir. Giré en esa dirección, pero delante del muro había una acera que hacía de plataforma de lanzamiento: el coche despegaba y aterrizaba entre el público. No me hice nada, pero un hombre murió y varios espectadores resultaron heridos”, dice Rosadele en una antigua entrevista.
La competencia entró en un caos absoluto, mientras los Matra de Beltoise y Jaussaud volaban sobre la pista. Facetti lloraba desconsolada, los heridos gritaban de dolor y la gente ayudaba como podía. Al menos 22 espectadores fueron trasladados al Regional, al Hospital Mar del Plata y al Instituto de Fracturas.
El dato deportivo resaltó el triunfo de Beltoise, el segundo lugar en el inexistente podio de celebración de su compatriota Jaussaud y el tercer lugar de Stuart. Todos los festejos se cancelaron.
La maldición
El accidente hizo que los circuitos callejeros en Argentina quedaran mal reputados y por años no volvieron a hacerse carreras en Playa Grande hasta mediados de los ’80, cuando retornó en la forma de la Fórmula 3 sudamericana y Fórmula 2 Codasur.
Pero los efectos negativos, acaso como una maldición, alcanzaron a muchos de los competidores de las dos ediciones. Incluso a alguien que no corrió pero que sí estuvo presente como Piers Courage, quien habría de matarse el 21 de junio de 1970 en el Gran Premio de los Países Bajos en Zandvoort.
El circuito “maldito”.
Beltoise, ganador de la carrera de 1967, fue quien en 1971 causó el accidente el Autódromo de Buenos Aires, en el que se mató el italiano Ignazio Giunti, con Ferrari. Ese día Beltoise con gran imprudencia empujó su Matra al quedarse sin combustible y Giunti lo impactó por detrás. Él se salvó, pero el italiano murió.
Charles Irwin, apenas dos años después de pasar por Mar del Plata, en 1968 se preparaba para su debut en la Fórmula 1 en un Ford cuando en Flugplatz protagonizaría un tremendo accidente. Era la gran esperanza británica. Allí terminó su carrera como piloto al sufrir graves secuelas neurológicas. Se retiró de la vida pública. Se desconoce en la actualidad si vive.
Clay Regazzoni, un ícono de la Fórmula 1 de los años ’70 con su Alfa Romeo, quedó paralítico tras accidentarse en 1980 en Long Beach. Vivió 26 años más, hasta que a la edad de 67 años murió al colisionar su automóvil particular contra un camión en Parma.
Charles Crichton-Stuart corrió algunos años más pero luego se retiró. Se dedicó a buscar tesoros hundidos, hasta que murió de un infarto en Filipinas.
Andrea Vianini en 1970 sufrió un accidente en el autódromo de Las Flores a borrdo de un sport prototipo y quedó cuadripléjico hasta su fallecimiento en 2016.
Nasif Estéfano, uno de los grandes pilotos argentinos, murió en un accidente en el Gran Premio del Turismo Carretera de 1973, en la ciudad riojana de Amiogasta.
El suizo Silvio Moser, de los más queridos por el público marplatense, solo 5 meses después de la carrera de 1967 en Mar del Plata debutó después en la Fórmula 1, en el gran premio de Gran Bretaña a bordo de un Cooper. En la máxima categoría corrió 20 grandes premios. Se mató en mayo de 1974, mientras corría los 1.000 kilometros de Monza.
El trágico accidente de Julen Bianchi, último muerto en la Fórmula 1.
Pero acaso la más trágicas de todas las historias se instaló en la familia de uno de aquellos corredores del Gran Premio YPF de 1966, un corredor que aún vive. Se trata de Mauro Bianchi, quien construyó una carrera destacada en el automovilismo internacional pero nunca llegó a la Fórmula 1. Bianchi sobrevivió a un brutal accidente en Le Mans en la edición de 1968 que terminó siendo ganada por su hermano Lucien. Precisamente al año siguiente, mientras se preparaba para defender su título, Lucien se mató con un Alfa Romeo. La maldición a la familia no terminaría allí: en 2015 el nieto de Mauro, Julen Bianchi, se mató en la Formula 1 tras chocar con una grúa en el Gran Premio de Japón.
Rosadele Facetti experimentó un dolor tan grande tras el accidente en Mar del Plata que no quiso seguir corriendo. Las críticas la destrozaron. Decían que no estaba preparada para correr por ser mujer. Su padre Cesare Facetti, un famoso preparador de motores italiano y uno de los mecánicos que más confianza le generaba a Juan Manuel Fangio, la convenció de regresar. Lo hizo tiempo después y bajo el seudónimo de “Faros”, ganó su categoría en el Campeonato Italiano de Turismos en 1969. En 1974 corrió su última carrera y allí conoció a Erasmo Bologna, un escalador de grandes carreras. Se casaron y fue feliz. Ella nunca olvidó a Mar del Plata.